El tema de este corto relato
de Dostoievski, expone la soledad, el desamparo y la piedad como condición
humana, generándonos así grandísimos afectos por completos desconocidos,
simplemente porque exigimos llenar espacios amorosos que necesariamente debemos
tener.
La historia se desenvuelve
en un apartamento de soltero donde vive Agrafema y su amo. Agrafema propone a
su patrón alquilar un pequeño espacio al lado de la cocina, el jefe acepta sólo
porque conocía bien a su cocinera y sabría que no lo dejaría en paz hasta lograr
su cometido. El nuevo Inquilino se llama Astáfi Ivánovich, y efectivamente es
un buen hombre, conversador, que rápidamente se gana el afecto de los
habitantes de aquel pequeño apartamento.
Un día, en frente de todos,
un osado ladrón les roba un saco, y después de ese suceso Astáfi comienza a
contar la historia de Iamelián, un hombre bebedor que quiso como su propio hijo
después de haberlo recogido de la calle, éste le robo un pantalón para venderlo y luego embriagarse, sin embargo
Astáfi no guardó ningún remordimiento y continuó queriéndolo igual.
Como se nos volverá
recurrente en Dostoievski, el desenlace se torna trágico, y son las paranoias
mentales y la desesperación, los atributos de los que se vale el novelista para
concluir el relato, sin embargo Iamelián se nos presenta como un ladrón honrado
porque confiesa su falta, como si la culpa y el perdón fueran la cura del
hurto, quizá también el autor pretende someter los utensilios materiales a la
irrelevancia, exaltando primordialmente al ser humano sin importar su perfidia.